¿Y si existieran verdades absolutas?

¿Y si existieran verdades absolutas?

Esta entrada nace desde una convicción personal: la existencia de Dios y lo que eso implica para la vida, la muerte y más allá. Reflexiono sobre justicia, fe, el sentido de la existencia y el destino eterno, no desde la imposición, sino desde una perspectiva honesta y abierta al diálogo. ¿Te animas a considerar otro punto de vista?

¿Verdades absolutas? Para mí, sí.

Vivimos en una época en la que se cuestiona casi todo, y hablar de verdades absolutas puede parecer incómodo o incluso provocador. Pero hay convicciones que, al menos para mí, no están sujetas a debate. Esta es una de ellas: Creo que Dios existe.

Todo lo que comparto aquí parte de esa afirmación. Y lo sé: si no compartes esa creencia, o no estás abierto a considerarla, puede que algunas ideas te resulten difíciles de aceptar. Pero quizás —solo quizás— valga la pena reflexionar un momento más.

Dios es justo… pero no como nosotros entendemos la justicia

Según mi fe, Dios es absolutamente justo.

No actúa según nuestros parámetros ni nuestras emociones. Su justicia es perfecta y no necesita ajustes. No cambia de parecer ni se contradice. Y aunque desde nuestra perspectiva humana a veces sus decisiones parezcan duras o incomprensibles, creo que nunca son injustas.

Un Dios eterno y espiritual

Creo en un Dios eterno, sin principio ni fin.

No fue creado, no se puede encerrar en una figura ni en una idea. Es espíritu.

Y, aunque podría haberse mantenido distante, decidió revelarse a la humanidad. ¿Cómo? A través de un texto antiguo pero aún vivo: la Biblia.

Allí, según entiendo, se encuentra lo que Él quiso que supiéramos sobre su naturaleza, su carácter, su propósito.

Confío plenamente en ese mensaje. Y si alguna vez no lo entiendo, asumo con humildad que la limitación es mía.

La condición humana, según la Biblia

La Biblia presenta una imagen contundente: la humanidad está espiritualmente desconectada.

Usa una expresión fuerte: “muertos en nuestros delitos y pecados”.

Y sin embargo, no se trata de una condena sin salida, sino de un diagnóstico con tratamiento.

Dios, en ese mismo mensaje, ofrece una salida: Vida verdadera, con mayúscula.

¿Qué pasa después de la muerte?

Desde esta visión, la muerte no es el final.

Es una separación: el cuerpo vuelve a la tierra, el alma sigue su camino.

Y según la Biblia, hay dos destinos posibles: uno de encuentro con Dios (el Cielo), y otro de separación total (el Infierno).

Pero lo más importante es esto: la decisión se toma en vida. No hay espacio para elegir después. No se trata de miedo, sino de responsabilidad.

Dos caminos. Una decisión.

El camino hacia la separación de Dios es el más fácil. Basta con seguir como si Él no existiera.

Pero también hay otro camino. No siempre es cómodo. Requiere fe, humildad y una búsqueda sincera.

La Biblia ofrece esa guía. No es una lista de reglas, sino una invitación a volver a casa.

Tú tienes la libertad de decidir.

No te lo digo para imponerte nada, sino para que pienses, consideres, cuestiones, explores.

Y si algo de todo esto resuena en ti… quizás es momento de detenerte y escuchar.

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