Ante la gloria del Dios tres veces santo, Isaías exclama: «¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros!» (Isaías 6:5). Ante los signos divinos que Jesús realiza, Pedro exclama: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador» (Lucas 5:8).
Isaías dice “perdido” y Pedro “hombre pecador”.
En nuestra relación con Dios, las dos exclamaciones vienen a decir lo mismo: están alejados de Dios. Han dado la espalda a Dios.
Esa es la situación del hombre natural.
“El hombre natural” es el que está perdido y todos sus esfuerzos y obras para acercarse a Dios son inmundos e imperfectos.
“El hombre natural” es el que es pecador por nacimiento, por naturaleza, por opción y por práctica.
“El hombre natural” es el que dice «yo ya tengo mi religión y con esto me basta».
“El hombre natural” es el que dice «yo creo que todas las religiones son buenas, si uno es sincero».
“El hombre natural” es el que dice «la Biblia es un libro escrito por hombres y lo que dice es para engañar a incautos».
“El hombre natural” es el que dice «yo prefiero estar donde estoy. Mis antepasados pertenecieron a esta religión y no veo la necesidad de cambiar a otra».
“El hombre natural” no puede tener relación con Dios.
“El hombre natural” está perdido, viviendo y vagando en el error.
“El hombre natural” puede hacer obras buenas, pero que para Dios son trapos de inmundicia. Mt 7:11 dice: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”
“El hombre natural” es el que es limpio en su propia opinión, si bien no se ha limpiado de su inmundicia.
“El hombre natural” cree en su opinión que es bueno. Es el que dice «Dios debe dejarme entrar al cielo, porque durante mi vida he hecho más cosas buenas que malas».
Es el que dice «Dios debería permitirme entrar al cielo, porque he tratado de guardar los Diez Mandamientos».
Es el que dice «Dios debería dejarme entrar al cielo, porque soy miembro de cierta iglesia», etc.
“El hombre natural” es el que todas sus respuestas, en cuanto a Dios y la salvación, apuntan hacia uno mismo.
“El hombre natural” no sabe que la salvación no es de él, la salvación es del Señor.
“El hombre natural” no ha leído o, si lo ha hecho, no lo cree, lo que dice el libro de Romanos: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).
“El hombre natural” vive y se mueve a espaldas de Dios y no lo tiene en cuenta para nada.
“El hombre natural” está separado de Dios y enemistado con Él. Dios ha venido a su encuentro ofreciéndole la reconciliación.
Se pueden dar más definiciones del hombre natural, pero todas se condensan en lo mismo: el hombre es pecador, Dios es Santo.
Sé que he presentado un panorama muy sombrío, pero es lo que hay; así es como nos lo presenta la Biblia, la Palabra de Dios.
“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14).
Pero hay esperanza. A pesar de estar perdidos y de todo lo horrible de la situación del hombre natural con respecto a Dios, Dios, en un acto de misericordia y bondad, decidió hallar al hombre que se encontraba perdido. Dios ideó un plan para rescatar al hombre natural de la situación en que se encontraba.